Esmeralda Pimentel nació en Nueva York y pasó su primera infancia en El Bronx, aunque de esa etapa apenas conserva algún que otro vago recuerdo, porque a los cuatro años, se mudó junto a su familia a Zapotlán el Grande, Jalisco. Dicho comienzo se tornó en un evento inesperado, cuando dos años después perdió a su padre, de quien heredó ascendencia dominicana. “Siento que mis recuerdos de la infancia los tengo mucho más conscientes a partir de que murió mi papá, porque claro, fue un gran impacto”, me dice en el camerino al final de la sesión fotográfica. Esta vez luce más relajada, en un leotardo negro, quizá por saber que está por terminar una larga sesión de trabajo o por el simple hecho de sentirse más cómoda en la ropa deportiva que ahora lleva.
Vestido de MIU MIU; pendiente de TOUS ATELIER.
La constante búsqueda de retos que la mantienen fiel a sí misma, a sus creencias y valores, ha derivado en un proceso que implica involucrarse con todos los departamentos, incluyendo el de vestuario, “y no para imponer mi punto de vista, sino para poder adentrarme en el personaje lo más que pueda. También siento que el cuerpo es la mejor brújula. Cuando algo no se siente bien, el cuerpo lo refleja”, además de analizar detenidamente ciertos aspectos de sus personajes antes de aceptar un papel. “Cuando digo que sí, es porque leo un guion que me hace sentir muy nerviosa, que me asusta mucho. Empiezo a imaginarme inmediatamente cómo estaría contando la historia, qué tengo que aportar. Me interesa conocer por qué el director, la directora o los creadores tienen la necesidad de contar esta historia. Me gusta involucrarme”. Uno de ellos fue el papel de Mariana, en Perverso (2024), un personaje con hibristofilia. “Yo no conocía eso, pero es una fascinación por los hombres violentos. Entonces, justificar eso me pareció un gran reto”. Esmeralda considera fascinante la complejidad de habitar la piel del personaje y ponerle nombre a una parafilia de la que nadie habla.
Otro de sus logros se consolidará este próximo 12 de septiembre con el estreno de Casi el Paraíso, una adaptación cinematográfica de la novela homónima del escritor mexicano Luis Spota, publicada a mediados de los años 50. “Refleja el machismo, el racismo y la discriminación. Tomar esa postura política desde la ficción me pareció interesante”. En dicha producción interpretará a Frida Becker, una mujer “sumamente astuta, antisistema, que sabe muy bien lo que quiere, pero que siempre maneja la carta de pasar invisible o de ser muy sutil”. En un futuro también la veremos en Todo lo que fuimos, una serie de drama y romance que coprotagoniza junto a Fátima Molina, donde interpreta a una madre de familia que se reencuentra con la mujer que fue el amor de su vida en la infancia. “Es un amor que cuestiona las etiquetas, ¿es lesbiana, bisexual, heterosexual o qué eres?, también como todo, adentrarme y leer todos estos libros sobre la maternidad, lo complejo que es, los distintos tipos de madres que hay, no existe una madre en sí, no es un molde. Adentrarme en la piel de esta mujer fue un goce, fue un gran proyecto”. Ella ha creado lazos con casas como TOUS Atelier, tanto así, que la firma española la ha nombrado embajadora en México. Por otro lado, es amiga de marcas como Adolfo Domínguez y Montblanc, casas que celebran su talento y feminidad.
Naturalmente, en su profesión no deja de ser perfeccionista, como ella misma se describe. “Puedo llegar al punto de sufrir mucho un rodaje o un proyecto, porque constantemente estoy buscando aprobación o querer hacerlo bien. Y ya de un tiempo para acá no existe el hacerlo bien, existe hacerlo a tu forma y dar lo mejor que puedes, prepararte, estar presente, escuchar, pero creo que hay una gran parte que es aprender a convivir con eso y aprender a disfrutar, eso es lo que ha cambiado en mí. Cada vez logro gozar más la ficción”. La experiencia la preparó a dar el siguiente paso para crear una casa productora en la que puedan “sobre todo darle voz a esos sectores que la industria ha invisibilizado, a esas mujeres que la industria o la sociedad nos han dicho que no son tan interesantes o que ya no tienen mucho que contar, que siempre son personajes secundarios”. Señoras, la primera serie de televisión que se encuentra desarrollando, buscará regresarle el protagonismo a las mujeres de la tercera edad, “cuestionas su sexualidad, su economía, sus emociones y sus creencias, en una edad en la que se supone que ya tienes todo hecho”. Con su experiencia, busca llevar a la ficción historias basadas en hechos reales. “Siento que me ha enseñado mucho, que si ya tenía como este respeto enorme por los otros departamentos, además de la actuación o de la dirección, me doy cuenta de lo complejo que es levantar un proyecto, es una victoria, un logro enorme. Todo lo que hay detrás para que el proyecto salga a la luz, es muchísimo esfuerzo y toma mucho tiempo, entonces creo que también hay que aprender a cultivar la paciencia”. Y como todo proceso, la experiencia de adentrarse en el mundo de la producción le ha llevado tiempo en la curva de aprendizaje. “Yo les digo a mis compañeras y a todo el mundo que ahora soy un aprendiz de absolutamente todo. No me atrevo a nombrarme productora hasta que no esté el proyecto allá afuera, pero justo este camino de ir a tocar puertas, de encontrar personas que crean en ti, que te apoyen, que estén dispuestas a invertirle a tu historia, encontrar al equipo correcto, las voces correctas, y que eso no desgaste la emoción. Es una labor de talacha y perseverancia”.
